Seguridad y Crisis: Y ahora ¿Quién podrá defendernos?

Si bien la pandemia que afecta hoy al país ha derivado en la restricción del desplazamiento vehicular y peatonal en la vía pública (especialmente en la horas de toque de queda); en la práctica no significa necesariamente que la actividad delictual, tanto en la las calles como en la propiedad privada; también se vea disminuida. La amenaza y el riesgo persisten, y frente a ello, la seguridad privada maximiza su función de actividad básica esencial y de proceso continuo para la protección de personas y bienes, adecuando tanto sus protocolos preventivos y de reacción, como también sus recursos físicos, humanos y tecnológicos.

Desde el inicio de la cuarentena, y como en cualquier periodo de crisis, se han presentado condiciones que favorecen las prácticas delictuales, generando una evidente oportunidad. No es casualidad que durante el último mes nos hallamos enterado de una serie de eventos como robos de cajeros automáticos, servicentros, robos de vehículos, asaltos a farmacias y en forma particular los robos con intimidación, que alcanzan un incremento del 8.8%, incluso estos últimos registrándose en horas del toque de queda en Santiago.

Ahora bien, la protección de infraestructuras o sectores residenciales respecto a la evaluación que cada caso requiere, debe estar respaldada por el conocimiento y la experiencia de quien la realiza, considerando además factores de costo-beneficio muy específicos para cada situación en particular, teniendo presente que, en términos generales, el uso de tecnología deriva en costos de inversión bastante altos, pero con un valor de operación bajo; en comparación a la utilización del recurso humano (guardias de seguridad y supervisión en terreno), que es totalmente opuesto. Debe considerarse además, la limitación que pueda afectar a los colaboradores, en razón de las dificultades de desplazamiento desde y hacia sus lugares de trabajo, como también en razón de las restricciones operativas que puedan originar las medidas de autoprotección. Derivado de lo anterior, existirán algunos lugares en que la dificultad de empleo del guardia de seguridad podría ser subsanada por el uso cada vez más frecuente de tecnologías (como alarmas y televigilancia virtual, por ejemplo). Pero, si bien estas herramientas son muy eficientes y eficaces en la detección y alerta de un peligro o amenaza, tienen limitación en el reconocimiento y la reacción ante dicho peligro, fases en la que la vigilancia presencial tiene claras ventajas, pero que estarán supeditas a una oportuna comunicación y coordinación con los organismos de emergencia correspondientes (policías, bomberos, ambulancias, entre otros).

En las actuales circunstancias e ignorando su duración, la seguridad privada en cuanto a preservación de la integridad física y emocional de las personas, y de los bienes bajo su custodia se refiere, mantendrá siempre su condición de 'necesidad básica' para la prevención y control de riesgos y amenazas, con una administración dinámica, flexible y profesional; complementando en todo momento el uso de la tecnología y el recurso humano.

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